El Espectador

Cuantas veces hemos ido y recorrido en bicicleta en etapa adolescente esos 7 u 8 kilómetros que hay de distancia desde Puertollano (mi pueblo natal) Y Almodóvar del Campo donde Palmero tenia su colección de pinturas en una gran casa antigua y muchas cosas suyas entre ellos un caballo blanco sobre fondo azul oscuro bebiendo agua en tamaño natural que quitaba el hipo (valía la pena hacer el viaje solo por ver ese trabajo) Había algunas cosas de Picasso, Dalí y una morena de Romero de Torres. Tenia también un retrato de Fabiola de Bélgica esplendoroso. Después no nos esperaba un taxi para volver el recorrido sino nuestras bicicletas ávidas que andaban mas rapidas que las motocicletas o bespinos. El gozo era haber visto allí mismo las mismas placetas y callejones con los que el maestro se había inspirado en muchos de los temas que allí había y también la ilusión de abrigar alcanzar parte de la gracia de sus pinturas de caballos e inmediaciones del rio Támesis o Paris con el fondo neblinosos de esas ciudades con a adquisición de algunas laminas en papel de calidad que conseguíamos nos regalaran tras suplicante ruego. Parte de la familia de Palmero sigue pintando y este ya falleció en el 91 pero para mi queda el recuerdo imborrable de aquellas laminas y esas visitas a su museo en ese rincón tan manchego tan tremendamente mio de mi tierra querida e inolvidable.